Mientras Karina iba saliendo del supermercado, Ana entraba, las dos corriendo en la carrera desenfrenada de la vida, -Hola Ana- dice Karina- ¿Como estás?- Ana sonriendo le responde –Hola Karina ¿Cómo andás?-
Así cada una siguió corriendo, una salió del supermercado apurada para llegar a hacer su trabajo, la otra entró apurada para comprar y volver a sus tareas, en medio de las dos; quedó flotando una conversación inconclusa.
Así como estas amigas, hoy hay miles, sin tiempo, corren, corren, no entiendo a donde van tan rápido.
En el tiempo en que hay tantos medios de comunicación, el ser humano se deja atrapar por una vida llena de apuros, va perdiendo lo más importante que tiene, la comunicación…
Ana y Karina, no se dieron ni cuenta, que ninguna supo como estaba la otra, porque no se dieron el tiempo de hablar, solo correr.
Pasa en las familias, entre padres e hijos, hermanos, amigos, todos corren, no se detienen y cuando lo hacen, cuando paran en su carrera, obligados por tristes momentos, se dan cuenta que ya no es tiempo para hablar, porque ya no hay tiempo.
¡La vida es tan corta! ¿Para que pasarla apurados? Se pierden cosas maravillosas en la carrera, cosas que no se recuperan, porque la vida no tiene vuelta atrás.
Pero esto lo saben todos, aunque nada hacen por detenerse y en medio de la vorágine se olvidan que son simples mortales.
Hay un dicho que es muy real y me gusta repetírmelo cuando me veo atrapada en el apuro y digo a mí misma: -Tranquila, despacio, que hay más tiempo, que vida -