Te
presiento,
cuando
llegas lentamente, callada.
Puedo oírte,
solo yo
te escucho.
Reconozco,
hasta
el rincón más profundo
de tu
alma,
la
clara oscuridad de tu mirada,
la
brisa susurrante de tu abrazo.
Te
extraño,
si no
llegas con premura por la noche,
a
llenar el vacío blanco del espacio,
con
maraña de hormigas que me hablan,
obligando
a que traduzca tu locura,
Insana
manía del silencio.
Pasajera
negra, pasajera blanca,
de
profundidades desconocidas, hasta que brotan
por el
surco de un renglón,
definiendo
de que grieta emerge.
Te
conozco,
nadie
como yo,
te
espero,
me
exaspera si no oigo tu presencia,
nada
soy si no apareces,
nada
digo si no estás,
solo
existe un vacío blanco
que se
prolonga en caminos de papel.