El mundo se está partiendo en dos. Están los
que hablan que hay que ayudar a los pobres, sacarlos de la miseria, darles educación,
trabajo, salud… etc., pero no hacen nada para que tengan algunas de esas cosas,
por el contrario, mientras ellos hablan, cada vez la población de las “Villas
miseria”, como se le dice, crecen desmesuradamente.
Es
que ya el salario de los que trabajan quedó tan atrás del costo de vida que ante la falta de vivienda, no les
queda más que usurpar terrenos vacíos, donde levantan una precaria casa para
aislarse del rocío de la noche. Hay otros, que todavía les alcanza para pagar
un alquiler pero para eso tienen que trabajar horas extras el esposo, la esposa
y el hijo que ya con dieciocho años, no podrá costearse el estudio terciario o
universitario aún cuando la universidad es pública porque no puede con los
gastos de fotocopias y viajes o porque los horarios del trabajo no le dan el
tiempo que debería dedicarle al estudio, por lo que asume desde joven la
responsabilidad de ayudar y aportar para que sus otros hermanos puedan terminar
el secundario, así cuando crezcan,
pasarán a las filas de los asalariados, “no tan explotados” pero explotados al fin.
Están también dentro del nivel más duro de
la economía mundial, los que al ver los salarios miserables que no le permiten
llevar una vida digna, no buscan
trabajo, porque con un robo a otro trabajador cuando sale del banco de cobrar
el sueldo, en ese solo día, se alza en un minuto, con el salario que tendría
que haber transpirado por un mes, en jornadas laborables de nueve horas
diarias. Una batalla de pobres contra pobres.
Entre todos estos modos de paliar la
economía, están las familias que teniendo ya los padres jubilados, pero aún
activos a causa de las magras sumas que cobran, se embarcan los viejos y los
hijos que ya formaron su familia pero
que les cuesta subsistir, en la venta de bienes conseguidos en mejores épocas
por esos abuelos, para ver si con una actividad privada pueden lograr salir de
la ciénaga que los traga cada vez más,
quieren escapar haciendo todas las pruebas con lo que tienen a su alcance, para
eso se embarcan abuelos, hijos y nietos, vendiendo “las joyas de la abuela”,
cosa que los viejos entregan esperanzados, porque ya no les da la espalda para seguir en actividad y sueñan
con tener un ingreso extra que les permita llegar a fin de mes.
Muchos salen adelante, con mucho esfuerzo y
privaciones pasan a ser los que se
denominan despectivamente y con odio, “clase
media”.
Quienes no lo logran son aquellos que por
la fluctuante economía mundial, pierden lo poco que tenían en el intento de “crecer”
económicamente, la inversión se les hace agua entre las manos, pasando a
engrosar la lista de los muy pobres.
Entre la lucha de la gran masa de la
población, se encuentran los que hablan de la pobreza, pero se encargan con
mucho ahínco en lograr que nadie salga de pobre, porque es el modo de hacerse
cada vez más ricos, obligándolos a trabajar por migajas.
Ahí quedan los pobres contra pobres en una
guerra que por su falta de educación no se dan cuenta que, fue creada justo a
la medida del bolsillo de los cada vez más pudientes, digo pudientes no solo
por sus arcas llenas, sino porque ostentan el poder y desde allí dirigen a la
cada vez más empobrecida población.
Para lograr la supuesta igualdad, ponen
impuestos alevosos a la clase media, poco a poco en este ritmo de la economía,
principalmente en Latinoamérica, dejarán el mundo partido en dos, unos pocos muy ricos y los demás, muy pobres.