Hace tiempo que debido al trabajo, a la falta de tiempo, al apuro en que todos vivimos, veo que se escurre cada vez más rápido la vida.
No estamos viviendo, mas bien, estamos corriendo a velocidades estresantes, no entiendo bien porqué.
¿Para un auto nuevo?, ¿Para sobrevivir?; ¿Para tener unos ahorros?, la verdad no se.
Si pudiésemos meter un cambio más a nuestra loca carrera, seguro que lo haríamos, pero, sigo insistiendo: ¿Para qué?
Mi gusto mayor, el que me haría saborear al máximo este intervalo que llamamos vida, sería hacer un viaje, en nuestro auto, que si bien no es nuevo, funciona como si lo fuera, además si me lleva a todos lados como uno nuevo, ¿Para que querer cambiarlo?, (Con no pretender otro auto, ya podría bajar un cambio).
Bueno decía que me gustaría hacer un viaje, subir al auto con rumbo a ningún lado, viajar muy despacio, dándole paso a todos los que corren carrera contra la vida, dejarlos pasar y yo seguir muy despacio, extasiándome con el paisaje que da el campo recién arado, o bien, el campo con la siembra ya hecha, lleno de hojas verdes, mirar y absorber todos los tonos de verdes de la lejanía, encontrar una zona arbolada, bajar, inspirar profundo para impregnarme de los aromas de las hojas, de la tierra, sacar un sillón plegable, el termo y bajo ese maravilloso lugar tomar mate, mientras mi espíritu se llena de esa pintura impecable del lugar.
Guardando todo en mi memoria, subir otra vez al auto y otra vez viajar, lento, muy lento tal vez llegando a algún lugar de sierras surcadas por algún arroyo de límpidas aguas, imaginar que también igual que yo, el líquido transparente se desliza despacio como parando el tiempo y tras su transparencia las piedras de colores forman hermosas figuras.
Después de un largo tiempo, dejar ese paraje de ensueño para seguir el viaje tras alguna otra maravilla, como podría ser una cordillera nevada, pasando primero por los viñedos, cargados de frutos listos para ser convertidos en un exquisito vino, y allá a lo lejos, las cumbres cubiertas de blanco. Llegar a una bonita cabaña, escuchar en su interior el crepitar del fuego que da abrigo y reconforta, tomar un chocolate caliente con un trozo riquísimo de pastel, saborear todo muy lento, despacito, para que el momento no se desvanezca en un minuto, que sea largo, tan largo como este sueño, mirar por la ventana la sabana blanca y helada con que se cubre la tierra.
Algún día… volver al auto, para seguir ese viaje, siempre parando el tiempo, y subir o bajar en el camino, según donde esté la primavera, llegar a un lugar cubierto de bellísimas flores, de bosques de pinos, admirar todos los colores, el verde, el rojo, el amarillo, observar en cámara lenta el colibrí que se alimenta del néctar, detenerme a escuchar el canto de los pájaros mientras vuelan de rama en rama, despreocupados del tiempo, de la hora, del reloj.
En el camino de vuelta, traer conmigo todas las pinturas de ensueño que quedaron en mi mente y seguir recogiendo pinturas en el regreso, despacio, sin nada de apuro, es que la vida es tan corta… si nos apuramos más se acorta. Quiero saborearla despacio, tan lento como me lo permita y exigirle a esta vida que frene su loca carrera.
No quiero correr, quiero llegar a la meta con una sonrisa y con mi alma llena de pinturas y momentos atesorados, vividos muy lento, muy lento…………….
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