Los surcos en mi rostro, que es añejo,
no muestran lo que tengo aquí, en mi alma,
aunque pesen las marcas en mi palma,
ese es solo del
cuerpo, el reflejo.
Este paso del tiempo todo ensalma,
no me deja mirar en el espejo
porque miente al mostrar ese bosquejo
cubierto de arrugada y vieja talma.
El otoño me llega en primavera,
con espíritu lleno de fragancias
que me inunda de vida, más real.
Dejando mi vejez en la trinchera
hoy me invita a vivir con nuevas ansias,
y darle una batalla
muy leal.
No es figura ideal
la que muestra ese vidrio tan lustroso,
desde adentro, el espíritu es brioso.