Arde la
tierra,
el
viento del norte
cubre
el cielo con grises soldados,
el día
se oscurece.
Todo el
verde aguarda
a calmar la sed.
Mi
perro y yo,
también
esperamos.
Luego,
el ejército
celestial
suelta
sus húmedas balas
por
entre los rayos,
para
seguir con un rezongo atronador.
La tierra
bebe
hasta
saciar plenamente el deseo.
Los dos
jugamos
bajo la
metralla de agua.