Mi momento en el mundo.

domingo, 5 de junio de 2011

Los globos de nuestra vida

   Nosotros somos como un palito que quiere  volar, pero para hacerlo debemos tener atados piolines y en cada punta de ellos un globo.
   Al nacer tenemos dos de esos globos atados a nuestro cuerpo, ellos son papá y mamá, se inflan muy grandes para que en nuestro vuelo no raspemos las rodillas contra las piedras, nos elevan y nos guían.
   A medida que va pasando el tiempo, somos nosotros que vamos atando más piolines con globos a nuestro cuerpo, los hermanos, los amigos, nuestro amor….
   Vamos tratando de volar por la vida con las personas, los globos, que elegimos, pero no todos se quedan con nosotros.
   Algunos de esos globos que queremos se desatan solos para ir a atarse a otro palito, otros que creímos bien inflados, se van desinflando y nos hacen raspar un poco.
   También están los que como nuestros padres, desatan su piolín de nosotros para irse volando más arriba, hasta el límpido cielo a descansar aunque nunca nos abandonan, nosotros sentimos que  nos están viendo, ya nos enseñaron como volar, ya cumplieron con su objetivo.
    Hay otros bien amarrados a nosotros, tenemos esos globos que amamos con fuerza y que nos aman, esos que en momentos que estábamos por caer se inflaron mucho más grandes y nos levantaron  para que ninguna magulladura quedara en nuestros pies.
   Esos, que cuando ya no queríamos volar más, nos demostraron que con su ayuda podíamos seguir.
   Todos tenemos de esos globos alrededor. Tal vez no notamos que están constantes a nuestro lado, a ellos debemos alzar nuestra mirada y ser nosotros también su globo, y nunca olvidarnos de decirles gracias con un abrazo, un beso, una caricia y un  te amo……………

Medias de lana...!

   El frío del invierno ya se instaló, se quedará los tres meses, ya los árboles perdieron el dorado de sus hojas, las heladas van quemando la gramilla, los días son más cortos y el sol apenas da una muy pequeña tibieza.
   Voy muchos, pero muchos años atrás en mis recuerdos, me veo cruzando los campos blancos por la helada,  arrojando alguna piedra en la zanja para quebrar el hielo formado en el agua por la escarcha, todo esto, hasta llegar al hermoso edificio pintado de amarillo muy claro, mi escuela.
   Entré tímida, vergonzosa, sabía que mis compañeros, sobre todo los varones, iban a reírse al verme. Siempre lo hacían, pero tomé fuerza y di los pasos, claro que se rieron, me molestó, me hicieron sentir tonta.
   Mi madre por las noches tejía para darme abrigo, me hacía con alegría y bondad infinita los gorros y en la punta con la misma lana les cosía un pompón, también me tejía en lana los calcetines para que fuera  a la escuela sin frío, claro que también a  ellos los adornaba con dos pompones colgando a los costados de cada uno.
   En esos años, se usaba que las nenas lleváramos vestido o polleras debajo del guardapolvo, entonces no tenía modo de esconder esos pompones que con tanto cariño mi madre hacía, para adornar mis calcetines.
   Hoy, volviendo esos momentos a mi memoria, me embarga una infinita ternura, pero también el remordimiento, era muy pequeña, ¿como podría saber que tenía que sentirme orgullosa de los pompones, que no tenía que importarme la burla?
   No podía siquiera imaginar que en algún momento de mi vida, iba a desear tanto, el poder ver a mi madre tejiendo.
   Ya no la tengo, un 28 de Junio cambió de dirección, se que está viviendo en alguna hermosa habitación llena de pompones, invitada por Dios.
   Jamás hubiese creído, que con los años añoraría tanto mis calcetines con pompones y que desearía tanto volver  el tiempo atrás, para abrazarla fuerte, muy fuerte y entre orgullosa y feliz decirle: -¡Gracias mamita, gracias por tu amor, gracias por mi vida y gracias por mis hermosos calcetines con pompones!