Él es
enjuto,
encorvada
su espalda,
camina
mirando el piso
como
quien busca un cobre.
Entra
al comercio,
revuelve
su bolsillo,
tintinean
dos monedas
en las
que pone su esperanza.
Las
entrega entre temblores
con luz
y sombra en los ojos.
-Juéguelas
al treinta y seis-
Mañana
volverá, siempre vuelve.
Tal vez
con dos monedas,
tal
vez, sin nada.