Siempre que quiero escribir temprano, me inunda la cabeza el sonido terrible del televisor con un volumen para sordos, me hace un batido de ideas y un odio exacerbado hacia todo lo que tenga que ver con estúpidos programas mediáticos, inservibles, vacíos de contenido cultural y de realidad.
Casi puedo ver el humo saliendo por los volcanes de mis orejas sufrientes, nublando por completo mi martirizado cerebro.
Por si fuera poco con el sonido, me llegan los comentarios….- vení, vení…ajajá…mirá-
Es que nadie puede entender que no me interesa ni un pepinillo todos esos programas que pudren la mente de las masas y los idiotiza frente a una caja que ni siquiera es mágica.
Si tan solo pudiese dedicarme solo a escribir, tal vez esperaría a que las luces de la casa se apagaran por completo, me levantaría enfundada en mi pijama rosa, con las pantuflas haciendo juego (típica Pantera Rosa), entonces en la quietud y serenidad de la noche podría redondear la idea que me burbujeó la sesera esta tarde, pero como eso es imposible porque mañana me levanto muy temprano para trabajar y como también es imposible que pueda escribir, con los gritos desaforados de ese programa donde el conductor, si no grita, no es conductor, tomo la drástica medida de irme a dormir, me acostaré ilusionada con que tal vez mañana se corte el cable del aparato infernal y yo pueda desarrollar libremente, sin intromisiones, mi mayor deseo; que es escribir en una paz de infinito silencio. Hasta mañana.
Una pintura de lo cotidiano. Que descanses y rogaré también que se corte el cable. Madre santa, a veces se hace tan difícil... ¡Hasta pronto!
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