Ciñe el talle el invierno de niebla y tembladera
en las hojas perdidas,
hastío del estío
se destroza calores
del modo más impío,
se le antoja en borrar
el color de primavera.
Ya en su ocaso la flor aferrada y altanera
se desgrana de muerte, su pétalo tan frío
cae herido de viento y helada en el vacío,
intentando salvarse cayendo a su manera.
Se destiñe la tarde llorando la mañana
por la noche aguerrida y oscura que silente,
las separa en el día con mano de artesana.
El rocío escarchado visita displicente,
al crepúsculo besa en caricia cortesana,
congelando la aurora su beso que es ardiente.
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