Sé que te necesito, también sé que vos estás. Tanto daño te
hemos hecho a lo largo de los tiempos, tantas veces te matamos, tantas te
crucificamos, tantas veces fuimos sordos, tantas otras te negamos. Te cerramos
nuestra puerta, no te vimos al pasar, pero siempre estás ahí, esperando el
reencuentro con tu dulce perdonar.
Con bombas te
despedazamos, con virus te enfermamos, cuando lo hacemos a un hermano, te lo
hacemos solo a ti.
Hoy nos golpeamos el
pecho, conmemorando tu muerte, sin saber que estás deshecho, porque entre
guerras y odios recordamos solo un día, de que estuviste presente para darnos
buena vida, que por nosotros moriste y por nosotros regresaste, que al cielo
ascendiste para esperar allá, a todos los hombres de buena voluntad.
Para pedirte
disculpas necesitamos la vida, más toda la eternidad.
Hermosa reflexión, Susana.
ResponderEliminarLa solución es muy sencilla, pero el egoísmo de cada persona es infranqueable.
Un gran abrazo.