Los grises adorados del otoño
envuelven un paisaje silencioso
Aquietan el espíritu, la niebla
los mansos, claros lagos en reposo.
Las hojas caen como cuerdas rotas
ya débil no sostienen su abalorio
crujiendo por el paso que la estruja
y llevan asesino al crematorio.
Faetón nuevamente tira el carro
que Apolo su dios padre le prestó
corriendo densas nubes que dan frío
a pobres con sus rayos calentó.
El grano que cayó de alguna bolsa
germina vivo al cambio de estación
y el árbol que se ardió en la salamandra
su brote con su sombra es redención.
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