Me dejaste tu piel trigueña
con tus ojos café
espíritu de madrileña
y una vida de fe.
La alegría de una jota
y muñeira también
Ese amor que sin cuenta gota
le grabaste a mi piel.
Poco tiempo pasé al tenerte
arrullada en tus brazos
La maldita, imbécil muerte
te robó a manotazos.
Más grabada la tengo en vida
esta sangre tan tuya
que orgullosa, y bien ceñida
por mis venas me fluya.
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