¿Acaso
mis manos llenaron
ese
níveo trozo de papel?
¿Fue mi
mente quién dictó
lo que
en el yace?
¿Por
qué me asombro al verlo?
No
reconozco los trazos.
¡Oye,
es tuyo! -gritan ellos.
¿Desde
dónde los miro?
tal vez
desde arriba,
perdida
en la nube
que
adorna mi memoria.
Intento
volver como el Fénix,
pero
todo se muestra tan oscuro.
Un lápiz se hamaca entre mis dedos,
frente
a ese papel inmaculado,
y se
mantiene cual pensante
que ni
piensa,
que aún
puede escribir sus fantasías.
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