Muchas son las veces en que el ser humano endiosa a alguien a quien ama, ve por sus ojos, escucha por sus oídos y vive para sentir su respiración. Puede ser un amigo, un hermano, la pareja, un padre, un nieto, también puede ser un hijo...
Lo vemos tan perfecto, que hasta sus errores nos parecen nimiedades, cosas de la vida, errores cometidos sin voluntad de dañar. Hasta que nos dañan a nosotros...
Cuando decidimos hacer algo por nuestra propia voluntad, porque nosotros también somos seres libres y pensantes, entonces en ese momento ves como tu ídolo se hace de barro, intentando rebajarte, hace que te sientas la persona más insignificante y miserable del mundo, porque al "rey o reina" hay que consultarle todo, no se puede tener sentimientos ni decisiones que no sean aprobadas por él o ella.
Ahí es cuando te das cuenta que tenías en un pedestal a una persona egocéntrica, a la que no le importan tus sentimientos más que lo que le importa una cucaracha a la que aplasta caminando. Ese es el momento de reconocer que no hay ídolos humanos, pero también comprendes de un plumazo, que toda tu vida estuvo equivocada desde el principio, solo te queda reiniciarla, pero esta vez sin dioses de barro, viendo solo al ser humano tal cual es, para no ser lastimado nuevamente, para que la hipocresía del mundo no te cubra con su manto.
Seguramente que lo que tú hiciste, esa persona lo hizo más veces, como priorizar amigos antes que a tí, como tenerte en cuenta por necesidad, como olvidar cada detalle de las cosas que hiciste por ella, y no porque fuera tu obligación, sino que por amor le allanaste el camino, pero al llegar a un punto, te desconocen.
Lo que esa clase de personas no ven en su ceguera, es que la vida es un ida y vuelta, y que lo que hoy reclaman, mañana les será reclamado, que por lo que hoy hacen llorar, mañana llorarán, porque aunque se creen muy perfectos en su manera de actuar, el tiempo les mostrará que la perfección solo viene de la mano de Dios.
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