Me encanta ver esas señoras que tienen siempre
las uñas pintadas, su cabello bien peinado, su rostro maquillado, sí me
encanta, pero no soy así, aunque a veces
me encantaría, pero ese encanto me dura poco.
Me gusta estar vestida de sport, estar en mi
casa cómoda en pantuflas, recostarme en el sillón con una taza de café, ver
una película en las tardes de lluvia o leer un libro, mientras mi perro se acuesta sobre mis pies.
En casa, no me interesa si combino los
colores de mis prendas, no me importa si el pantalón y mi remera me hacen
parecer de San Lorenzo, de Newells, Rosario Central o un taxi. Tampoco salgo
horrorizada a la peluquería cuando se empieza a notar un poco el blanco en mi
cabello, si se asoma es señal que hay años de experiencia, años de vida y me
siento agradecida por ella.
Son gustos que parecen pequeñitos, pero
gustos que puedo darme, soy rica porque no necesito nada, tengo lo que necesito
para ser feliz.
Y así soy, a veces loca, a veces cuerda. Pero
por sobre todo de firmes convicciones, no las vendo. Me gusta la libertad, no
el libertinaje. Respeto y también lo exijo. Amo y me siento amada. Agradezco al
abrir los ojos cada mañana y al cerrarlos por la noche para descansar.
Mi vida es tan, pero tan sencilla, que es un
lujo vivirla así.
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