Nueve lunas de esperanza
de ilusión y de alegría,
acariciando la panza
en donde los escondía.
Y los vi por vez primera
indefensos, ¡tan pequeños!
con ojos verde
pradera,
perfectos, como en mis sueños.
Los quise con egoísmo
del que no les hace daños,
fui cayendo al
abismo,
al del paso de los años.
Sin darme cuenta siquiera
que se hicieron bellos seres,
las joyas de mi
alhajera,
la lana de mis tejeres.
Hoy ya me tocan los
nietos
el alma y el corazón.
Cuando me abrazan inquietos
se me cae la armazón
Armazón que fue cubriendo,
el dolor de ver de lejos,
mis hijos que van viviendo
lo que vivieron sus viejos.
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